Para el ejercicio de hoy te hablaremos en primera persona: me presento, soy la encargada de este espacio para echar cuento, pero mantendré mi identidad en secreto para alimentar el misterio. Lo que te contaré a continuación es parte de mi historia y de cómo el café siempre ha sido parte de mi vida, pero aunque te la presento como propia, verás que en algunos puntos -si eres colombiano- también es tu historia.
Nací y crecí en un pueblito del suroeste antioqueño, uno de esos donde los vecinos son las montañas, donde conocer a todos es el común denominador y donde para saludar no hay necesidad de las palabras, solo basta con hacer un gesto moviendo la cabeza hacia arriba.
Allá como en toda esa zona de Antioquia el café hace parte de la vida diaria y marca la historia de quienes viven rodeados de él, les daré mis ejemplos: cada vez que llegaba la cosecha veía cómo la sala de la casa se convertía en un parque de diversiones, bultos y bultos de café que llenaban el espacio de piso a techo, para que cuando fuera el momento y algunos abandonaran la guarida, se formara un enorme espacio para jugar, saltar y trepar.
Recuerdo también llegar a la casa de la abuela y sentir en el espacio un olor especial que impregnaba el ambiente, ese olor a aguapanela recién hecha para a los cinco minutos escuchar un “mijo, venga que ya le serví el cafecito, se lo dejé en la mesa” y me veo sentada ahí, en esa mesa de seis puestos, hecha en cuero café y que sentía gigante, esperando que el abuelo llegara a contarme historias mientras remojaba panes, pandequesos y cuanta parva más hubiera en ese cafecito recién hecho.
Y así viví mil momentos más, yendo a la finca a jugar entre los cafetales y terminar dañando unos recién sembrados, viendo cómo los domingos el pueblo se llenaba de los campesinos de las veredas que iban a reclamar su vale (El dinero que les pagaban según la cantidad de café que habían recogido) y, claro, cómo olvidar ese molesto olor a pulpa que invadía por épocas todo en el ambiente.
Y quizás, si eres de ciudad o de una zona diferente de Antioquia, nada de esto se te haga familiar y pienses que el café es solo un producto de la canasta básica familiar en Colombia, pero revisemos bien… el café ha estado presente en muchos de los momentos importantes de nuestras vidas: Entrevistas, reuniones de trabajo, el tintico en los velorios -sí, dijimos momentos importantes de la vida y los momentos duros también lo son- probablemente una primera cita en un café o tal vez allí mismo has decidido terminar una relación.
Cómo olvidar las noches en las que necesitabas un tintico para evadir el sueño o las mañanas en las que ese producto era lo único que te despertaba; en las tardes con amigas poniéndose al día de la vida de las demás o teniéndolo al lado como la mejor compañía a la hora de leer un libro.
¿Alguna de estas escenas se te hizo familiar? seguro que sí, porque nacer Colombiano es sinónimo de llevar el café en las venas.
Esto es una invitación a enaltecer un producto que hace parte de nuestra identidad como Colombianos, un producto con historia, tradición y que tiene detrás la labor de miles de campesinos que hacen posible la taza que tienes en tu mesa. Esto es una invitación a exaltar lo propio, a que nos acompañes a vivir Manso y a conocer las historias que hay detrás del café y su universo, a conocer las historias de personas que, como a mí, el café les marcó la vida.
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